Jerry Brotton es un intelectual de prestigio en el espectro del universo universitario inglés. Entre sus trabajos se encuentran ensayos, participaciones en recopilaciones académicas y disertaciones en temas relacionados con la historia, la cartografía, el análisis económico en la revolución industrial, historia del arte y política.
Por eso no me sorprendió que al leer este maravilloso libro de historia sobre mapas me haya parecido un compendio enciclopédico muy acertado sobre cómo es que nos vemos, qué es lo que vemos y cómo lo interpretamos.
Los mapas, nos cuenta Brotton, están definidos por la cultura que los realiza, adquieren sentido en relación al espacio que lo circunda y procesan información de manera espacial. Con los mapas, dice Brotton, nos ocurre un hecho extraordinario: podemos estar dentro y fuera de él al mismo tiempo.
Desde el vamos, afirma Brotton, los cartógrafos han tenido un impedimento infranqueable: representar una esfera en una superficie plana. Eso es imposible, como todos ustedes saben, pero los intentos de ayer y de hoy siguen con ambiguos y paradójicos resultados. Los mapas antiguos no son ni mejores ni peores que los actuales: cada cual expresa la visión de la cultura que lo realizó en un tiempo determinado. Por eso es que los mapas de siglos pasados hay que contemplarlos desde la perspectiva histórica: esos artilugios cartográficos permitían fantasear y soñar sobre mundos lejanos a la vez que reconectaban a la propia cultura con la supremacía y el poder que ejercían sobre propios territorios y ajenos. Antes y ahora, sostiene Brotton, los mapas son una interpretación creativa del espacio-tiempo que dicen interpretar.
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